Hasta el año 2006 no se empezó a alertar a los consumidores sobre los peligros de estas sustancias, llamadas ácidos grasos trans, grasas trans o parcialmente hidrogenadas.
Se obtienen a partir de aceites vegetales cuya molécula se hidrogena de forma industrial para convertirlas de líquidas en sólidas.
Debido a este proceso químico, se forman en la molécula enlaces artificiales trans, que no existen en los productos orgánicos naturales, por lo que, en el organismo, se metabolizan de forma diferente a éstos, comportándose como las grasas saturadas y aumentando los niveles de colesterol "malo" y el riesgo de arterioesclerosis.
Se emplean sobre todo en la fabricación de galletas, pasteles, margarina, comida rápida y alimentos fritos, debido a que prolongan la vida útil de estos alimentos.
En el British Medical Journal se publicó un artículo de la Harvard Medical School, de Estados Unidos, según el cual sólo reduciendo en un 1% el consumo de estas sustancias en Inglaterra se podrían prevenir más de 7.000 muertes y de 11.000 infartos anuales.
En los últimos años se han publicado multitud de trabajos científicos que demuestran la relación entre estos compuestos y la enfermedad coronaria.
Se sospecha que el impacto negativo es aún mayor en países y entornos socioeconómicos pobres, en que la población tiende a consumir más productos portadores de grasas trans por ser baratos.
A partir del descubrimiento de estos efectos perniciosos, en algunos países, como Dinamarca, se prohibió el uso dé estos compuestos en la industria alimentaria, y en otros, como Estados Unidos, muchos productores de alimentos anunciaron que retirarían de forma voluntaria estas sustancias de la fabricación de sus productos.
Sin embargo, el American Journal of Health Promotion ha publicado un estudio del doctor Eric Brandt en que se analizaron muchos productos alimentarios comercializados en Estados Unidos en cuya etiqueta, aprobada por la FDA, figuraba el mensaje "libre de grasas trans", y que reveló que en realidad sí las contenían en cantidades significativas, destapando de esta forma un fraude en el etiquetado de los productos.
Este doctor ha pedido a las autoridades un mayor control en los etiquetados, ya que este engaño supone que muchas personas estén consumiendo cantidades alarmantes de grasas trans sin ser conscientes de ello.
En América Latina, la situación es aún más grave por falta de control y regulación de estos productos, como el doctor Abelardo Ávila Curiel, investigador del Instituto Nacional de Nutrición Salvador Zubirán, de México, comenta en BBC Mundo: en esos países, la ley sanitaria es laxa y no tiene ni los medios ni el interés para promulgar y hacer cumplir leyes reguladoras del uso de estos productos en alimentación, con lo cual el asunto queda a merced de la buena voluntad de los fabricantes que la tengan.
Son, además, países con niveles altos de pobreza, lo que significa un mayor consumo de alimentos problemáticos.
Si las etiquetas no son fiables y la ley no siempre se cumple, ¿cómo saber qué alimentos pueden contener grasas trans y ser peligrosos?
Hay que evitar los ricos en grasas saturadas, y además las grasas sólidas, como mantequilla o margarina, los productos fritos que es probable que se hayan cocinado en aceite reutilizado una y otra vez, como en la comida rápida, y la bollería industrial como pasteles, panes y galletas.
Fuente: BBC Mundo 22.02.11